lunes, 18 de enero de 2010

Hoy como ayer, mañana y siempre

Autor: Fernando Bedoya Londoño; Florencia-Caquetá-Colombia; carrera 24 N° 3-22, barrio Yapurá I, teléfono 4346093, celular 3016781338.
e-mail: mariofbed@gmail.com


Ha madrugado la niebla de otros días; la oscuridad empaña los espejos
y un cielo color leche, con lágrimas pequeñas, se instala entre las almas;
no ha amanecido aún, mas la gente camina presurosa
detrás de la luz amarillenta de los focos, entre las torvas callecitas,
de las manzanas podridas del barrio adormilado.

Paso a paso, una a una,
las almas dejan la lluvia de cristales que las ciega
y salen de las sombras tutelares.
Hombro a hombro, mano a mano, la gente recoge los lamentos
de los muñecos destrozados.

Ha amanecido ya como otros días; la tímida luz dora los techos,
y cual mágica llave de rayos rutilantes, abre las puertas y ventanas;
poco a poco, lento y lento, las almas se camuflan en las charcas;
gentes llegan, gentes parten; Unas y otras, entran y salen
y cambian las acciones; duermen unas, vagan otras;
sueñan unas, velan otras;
y se pasean por calles destrozadas,
mirando aquí y allá, a ese lado, a otro lado.

Y lloro a lloro, lágrima a lágrima,
Recogen los destrozos dueños de los lamentos.


Vuelve la niebla, tal otro día, y amanece, como hace días,
y se levantan cual otros días, y se lamentan, como hace días.
así y asá, aquí y acá, y más allí, y más allá, hombro con hombro,
hembra con hombre, hombre con hembra y ambos con hambre.


Amor, aroma fino que penetra,
como cuchillo viejo, entre los ojos
y hace agonizar al no tenerte,
o al sentir que escapas como un rayo de sol en un espejo;
agonía, lenta agonía por no verte o ver que te vas
como la luna entra en la noche sorprendida;
volver, como viajero que regresa
sin haber descendido a la estación;
adiós, como se dan las despedidas
cuando ya no se quiere;
muerte, que no comprendo
y me penetra, con el frío glacial.


Mas no morí por tu presencia ida,
ni por la ausencia de tu aroma amor;
o por la daga herrumbre en el entrecejo centro;
ni mucho menos por tu escape de circo en un reflejo;
tampoco fue larga agonía, lenta;
o la luna sorpresa de la noche entrando en una estela;
Ni tu revuelta vuelta;
O tu salida olímpica y saludo al regresar:
Ya no quería tu presencia
y me encontró la muerte,
entre los fríos fierros
de las heladas ruedas
del tren en que regresas.


Con este poema participo en el segundo Concurso de Poesía de Heptagrama

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