viernes, 30 de octubre de 2009

A mis queridos poetas

La labor creativa de los poetas latinoamericanos no se podía dejar de lado. Por esto pensé en el "creacionista" Vicente Huidobro, para quien dije así:

HUIDOBRO

I

Salta Altazor del cielo hacia el abismo
sin querer oponerle resistencia,
dándole a sus estrofas la cadencia
que les presta su rítmico eufonismo.

Escinde las palabras, las combina
y las lanza en bandadas a los cielos,
mitades de sonoros violonchelos,
las otras voladoras golondrinas.

Se hermanan el monte y la distancias,
las brisas, las alondras y la noche,
los pájaros, la lira y la cadencia.

Florece en el poema como un broche,
obra del hacedor por su conciencia,
una nube de insectos en la noche.

A mis queridos poetas

Otro de los buenos, para mí y muchos, el cubano Nicolás Guillén, de quien digo así:
GUILLÉN

I

Baila al son Nicolás de su atabal
bajo el rayo de la nocturna luna,
en un corro cercano a la laguna
que refleja la danza en su cristal.

Y las nuevas y ardientes negras bellas
van al ruedo y remecen sus caderas
y en sus brillantes ojos cual esferas
capturan el fulgor de las estrellas.

Canto negro a Ochún y Yemayá,
danza negra que en la noche retumba,
voz del negro que tumba y no se va.

Y en el cañaduzal la zafra zumba
en las manos del negro que aquí está
y ha metido a la América en su rumba.

A mis queridos poetas

Otro de mis predilectos es Pablo Neruda, Neftalí Reyes Basoalto, a quien dedico el siguiente soneto:

NEFTALÍ

I

Palabras rumorosas como mares,
cantos de amor, de muerte y esperanza,
minas de zinc, nieves en lontananza,
arroyos, ventisqueros y pinares.

Poemas que fustigan a tiranos,
historias de su América nativa,
fornidos labradores, frente altiva,
dibujando el futuro con sus manos.

Paraísos de piedras y animales,
hombres de barro, poetas de vitral,
abogados y jueces pro imperiales,

O cosacos en soberbio pedestal,
que proponen sus obras comunales,
como muestras de política social.

A mis queridos poetas

Homenaje a mi paisano Aurelio Arturo, uno de nuestros mejores bardos:

ARTURO

I

Fue feliz en el sur y en sus montañas
paraísos selváticos de verde,
creyó que nunca la niñez se pierde,
aunque vague por sendas muy extrañas.

Siempre añoró de lejos su morada;
Tierras del sur y ríos amansados,
Las arboledas verdes, los sembrados,
¡Llama, llamita, luz, noche estrellada!

Amó a los suyos, los nombró en su verso,
su noche protectora, amante seno,
pintó de mil colores su universo,

Y a sus mujeres de color moreno;
volvió a sus lares sin ningún esfuerzo,
¡Pues, en el sur, vivir era muy bueno!




II

Fantasmas de la noche protectora
y duendes juguetones de sus lares,
balsámicas maderas y solares,
cielo, estrella y lunita soñadora.

Un país soñador con verdes hojas,
vientos que ramas y poemas mecen,
fustigadoras moscas que adormecen,
del sol en el cenit las frutas rojas.

Amores de nodrizas y doncellas
y galopar de núbiles corceles,
rutilar, sonreír de las estrellas.

Canciones de aromáticos vergeles
senderos que dejaron ondas huellas,
nostálgicas fragancias como mieles.


Autor: Fernando Bedoya Londoño

A mis queridos poetas

Otro de los poetas a quien admiro es al nicaraguense Rubén Darío, a quien le dedico los siguientes sonetos:

DARIO

I

¿Recuerdas, tú lector, a Margarita,
a Onfalia, a Diana, a Cipria o a Dalila,
o a la musa Delicia o Hipsipila,
o a la amorosa Venus Afrodita?

¿ O quizá a las Minervas y a los Martes
ir triunfantes al son de los clarines,
secundados por rudos paladines
portando jubilosos estandartes?

¿Y no has oído hablar de los amores
del tigre de bengala y la tigresa
acechados por fieros cazadores,

Que muy seguros y con cruel rudeza,
amparados por árboles y flores,
mataron en aquellos la terneza?

II

¿ Te contaron tal vez que hada Harmonía
con la divina Eulalia y Filomela
en rítmica y sonora cantinela,
daban a dos amantes agonía?

¿ Que llegaron tesoros del oriente,
de las Romas, las Grecias y las Francias,
como gemas, metales y fragancias,
a bellos lares en el occidente,

A lomo de camellos, dromedarios,
En árabes caballos o elefantes,
Tortugas o dragones legendarios,

O en las manos de olímpicas Bacantes
Que encienden los sagrados incensarios,
Forrados de marfiles y diamantes?



III

Pues esto lo cantó la sinfonía
del vate nica de ciudad Darío
y fue para los orbes vocerío,
que llegó desde ignota lejanía.

En fina mezcla de simbologías
y versos olvidados de las artes,
de todos los confines y las cortes,
de odas, epitalamios y elegías,

Los ritmos del minué y la pavana,
Otoño, primavera, estío, invierno,
En una rara hiperestesia humana.

Érato le ciñó laurel eterno
Fue adalid de la Lira americana
y muy cosmopolita y muy MODERNO.

Canto a mis poetas

Otra de mis aficiones es la poesía y escribo poesía tradicional y en verso libre. Hace algunos años hice un humilde homenaje a algunos poetas que me han llamado la atención. Para ello utilicé el soneto en verso endecasílabo. Aquí el dedicado al peruano César Vallejo:

CÉSAR

I

Poeta, cantador, corazón nuestro,
que amó de su tierra los paisajes,
de la noche el insonoro helaje,
y el ritmo del arado sobre el huerto.

En las cosas fundó su sentimiento;
un cigarrillo que se lleva su alma,
nube azulina que rompe la calma
y asciende despaciosa al firmamento.

Yaraví de la quena milenaria
amó su son y al Inca poderoso,
hoy un menor señor, un débil paria.

Amor, dolor, oprobio, pena y gozo,
dieron en él y en su alma solitaria,
que se murió en París un día lloroso.

Fernando Bedoya Londoño

jueves, 23 de julio de 2009

LA LEYENDA DE LA LLORONA, HISTORIA EN COPLAS

¡Hola amigos!

El texto que sigue a continuación lo elaboré a petición de unos amigos, espero que sirva a quien quiera utilizarlo de acuerdo con lo mínimo en el uso de materiales ajenos: dar el crédito al autor.

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De las leyendas de América
La llorona es especial
Y su historia en estas coplas
Es la que quiero contar.
 
Desde antes de la conquista
En las noches la sentían,
Cual fantasma prediciendo
Que los hispanos venían.
 
Que a su México nativo
Nadie ya lo salvaría,
“Hay mis hijos, hay mis hijos,
Dónde yo los guardaría”
 
Y dicen los eruditos
Es la diosa Cihuacóalt,
Que con sus gritos pregona,
La conquista más brutal.
 
Ya después de la matanza,
Por que eso fue la conquista,
La leyenda se transforma,
Hay nuevo protagonista.
 
Ésta es doña Marina,
Quien dice a los españoles,
Quiénes son y dónde están,
Sus aguerridos señores.
 
Consumada su traición,
Muere y de tanto en tanto,
La escuchan los mexicanos,
En las noches cual espanto.
 
“Hay mis hijos, hay mis hijos”
Es su grito lastimero,
“qué les hice, que les hice,
Dónde están, dónde se fueron”.
 
Y la siguen escuchando
En pueblos y caseríos,
Vaga y vaga por las calles,
Se desvanece en los ríos.
En Guatemala se tiene
Por leyenda nacional,
Y tiene muchos motivos
Su figura fantasmal.
 
Que es la novia enamorada
Que a casarse no alcanzó,
Pues antes del matrimonio
La parca se la llevó.
 
Que penando vaga y vaga
Y no ha podido encontrar,
Al infeliz prometido,
Para su amor entregar.
 
O que fue una joven viuda
Que sus hijitos ahogó,
No pudiendo alimentarlos
Esta decisión tomó.
 
Que es un esposa muerta
Amantísima y leal,
En busca de su marido
Que un beso le quiere dar.
 
O que es una desdichada
Que un mal marido eligió,
Pues tenía el mal de los celos
Y por celos la mató.
 
Que fue madre irresponsable,
Y a su hijito descuidó,
el pobre llegó hasta el río
Y allí en sus aguas se ahogó.
En Colombia y en Antioquia
De forma muy especial,
Por caminos y veredas
Escuchan su sollozar.
 
Se le aparece al Donjuán,
Que siempre está conquistando,
O al hombre irresponsable
Que se la pasa tomando.
 
Que es mujer muy elegante,
De curvilínea figura,
Pero que un extraño velo
No deja ver su hermosura.
 
Y los pocos que la ven,
Después de haberla seguido,
Dicen que se evaporó
Cual espíritu en el rio.
 
Pero en todas las versiones,
Siempre es blanco su vestido,
Y el velo sobre su cara
De similar colorido.
 
En otros departamento,
De mi Colombia querida,
Se la considera parte,
De nuestra mitología.
En los nuevos inventarios
De las leyendas urbanas,
Dicen que anda por las calles
Como mujer casquivana.
 
Que fue una vil traicionera,
Que a su marido engañó,
Que éste la pilló con otro
Y ahí mismito la mató.
 
Que a los borrachos les sale
Y muchas vueltas les da,
Y cuando despiertan dicen
No saber en dónde están.
Dicen también que una chica
Que su retoño abortó,
Entre terribles dolores
En la mesa se murió.
 
Hoy se aparece en las calles,
Arrepentida y doliente,
“hay dónde estará mi hijito”
Preguntándole a la gente.
 
Espero que con mis coplas
La leyenda clara quede,
Y, oigan, en el Caquetá
También se nos aparece.
 
Esta historia terminó,
Recuerden quién se las dijo,
Y no teman cuando escuchen:
“Hay mis hijos, hay mis hijos”
Fernando Bedoya Londoño
Julio 21 de 2009

viernes, 10 de julio de 2009

Reflexiones

Ayer, 9 de julio en horas de la tarde, estaba con mi esposa en uno de los pocos almacenes de cadena que hay en Florencia, haciendo algunas compras y al final, cuando nos acercábamos a la caja para pagar, me encontré con Sergio-un amigo de la universidad de la Amazonia-a quien no veía hacía mucho tiempo. Al vernos me saludó y expresó la consabida pregunta: ¿qué me cuenta? y le respondí con cierta malicia, para que lo escucharan todos aquellos que estaban cerca, que tenía mucho para contar pero que la gente no creía; que ese señor era muy bueno, muy honesto; que tenía unos hijitos muy sagaces para los negocios, pues habían hecho cursos de emprendimiento en el SENA. Y todo fue risa con Sergio pero la gente que estaba a nuestro alrededor no se rió, se puso seria. Nos despedimos y salí pensando en esta actitud. Sería que entendieron el sarcasmo y se enojaron porque aún no creen en todo lo que está pasando en nuestro país? O sería que no entendieron y creyeron que yo estaba hablando en serio y se enojaron?

A mis lectores-sean partidarios o no del Señor Uribe- les dejo de tarea la reflexión sobre los que sucede en nuestro país. A los primeros que piensen qué necesitan para sacarse esa venda de los ojos que no los deja ver la realidad colombiana y a los segundos, qué estrategia se podría implementar para que la verdad triunfe, en medio de la confusión creada por los medios de "información" y no surtan efecto las cortinas de humo lanzadas para proteger a los malos de la película.

Suerte con la reflexión.

Fernando Bedoya Londoño
10-07-2009

viernes, 13 de febrero de 2009

Nos tiraron el guante





No ha pasado mucho tiempo desde el consejo comunal realizado en nuestra ciudad capital y aún resuenan las palabras de la Señora Ministra de Educación, malintencionadamente objetivas pero no por eso carentes de alguna certeza y ante las cuales se levantaron voces de protesta desde una perspectiva muy juiciosa y concreta unas y otras desde la vieja óptica contestataria per se. Pero ¿qué dijo nuestra flamante Ministra? Pues dijo, palabras más palabras menos, que la nómina de docentes del Caquetá era la más costosa del país,- no por la cantidad sino por el gran número de éstos en las categorías 11, 12, 13 y 14, a las cuales se accedía fácilmente en cuanto al cómputo doble del tiempo de servicio y estudios de pregrado las tres primeras y a estudios de postgrado- especializaciones principalmente- la última-, y la que menos resultados, en cuanto a la calidad de la educación, mostraba.

Y ¿cómo se respondió? Algunos maestros muy juiciosos y como debe esperarse de todo docente, hicieron análisis en los que se tuvieron en cuenta todas las variantes que interactúan en el proceso educativo (así dicen ahora) como la infraestructura, la logística, lo social y demás, de tal forma que dieron una respuesta contundente,- aunque ya sabemos que ante los objetivos del gobierno nacional por acabar la educación pública esto no vale- que no halló eco en los medios de información, a pesar de la importancia que tenía en su momento ya que confrontaba las políticas gubernamentales en lo relacionado con la inversión social. Personalmente aplaudo la ecuanimidad y el buen juicio de estos maestros y va para ellos mi sincera felicitación.

Otros, pensando en no sé que, respondieron que el gobierno no los había capacitado. Que los costos de sus licenciaturas, especializaciones y otros, los habían asumido con sus propios recursos, conseguidos por medio de créditos u otros negocios y que no eran justas las pretensiones del gobierno, en cabeza de la Señora Ministra. Ante esta respuesta, que cualquier persona desprevenida que conozca un poco el sistema de ascensos puede cuestionar, caben algunas preguntas. Por ejemplo; ¿Pudieron ascender estos maestros con los estudios realizados? ¿De este ascenso se derivó algún incremento salarial? ¿Dicho incremento permite, así sea en uno o dos años, recuperar la inversión? ¿La principal motivación que se tuvo para licenciarse o especializarse fue la preparación académica? ¿Se aprendió algo en esos estudios? ¿El proceso de cualificación al que nos sometimos, modificó nuestra forma de pensar o la única diferencia notable es el nuevo salario o el cartón en nuestra sala? Porque lo cierto es que hubo una feria de licenciaturas y especializaciones en las que se trabajaba en grupo o se mandaban a hacer los trabajos ( hice algunos apremiado por lo económico) o, simplemente, después de organizar las actividades, muchos se iban y volvían a la hora de salir, como también –al igual que le criticamos a nuestros estudiantes- había quienes conseguían el papel o compraban la merienda.

Ante los hechos y a pesar de lo duro de las nuevas condiciones de trabajo, ¿recogemos el guante o hacemos de cuenta que no era con nosotros? O decimos como el pueblo: a palabras necias, oídos sordos.

Fernando Bedoya Londoño.
Docente Inst. Educ. San Francisco de Asís ( S C )
Florencia -23-04-2.006



SEÑORES:
EMISORA ARMONÍAS DEL CAQUETÁ
Programa Corriente Alterna.
Ciudad.


Apreciados amigos:
Mi cordial saludo y el deseo sincero de éxitos en su labor comunicativa, en una fecha tan especial como ésta, en que celebramos el Día del Idioma y nos vemos obligados a reflexionar frente al uso que de él hacemos, quienes tenemos como herramienta de trabajo principal nuestra lengua y debemos dar ejemplo del buen decir, sin llegar a los extremos. Como maestro de Lengua Castellana y Literatura me doy cuenta con preocupación, de la proliferación de una gran cantidad de formas de expresión, innecesarias y no muy claras, utilizadas por algunos comunicadores, maestros y mandos medios con el objetivo de descrestar y a las que hice alusión en una nota enviada por estas fechas el año anterior, con el objetivo de contribuir en algo con la claridad en la comunicación. Por esto sigo insistiendo y lo hago en esta ocasión con las siguientes coplas:

Maestros, locutores, mandos medios
Cuando con la labor deban hablar
Olviden las palabras enredadas
Y no piensen nunca más en descrestar.

No direccionen, oferten, recepcionen,
Más bien dirijan, ofrezcan y reciban,
Y así habrá claridad en los mensajes,
Y entenderán todos los que perciban.

No se coloquen rojos, blancos o amarillos,
Pónganse rojos de la pena o pálidos del miedo,
Pues el cuentico de que quien pone es la gallina,
No lo inventó un lingüísta, ni un aedo.

No concreticen, visionen o aperturen,
Concreten, vean o abran simplemente,
Y no saquen las palabras del contexto,
Que a la masa se ha de hablar muy claramente.

Lo de peticionar déjenlo en los juzgados,
Pues un día de estos los voy a deslumbrar
Y les pondré de tarea, para que aprendan,
Que conjuguen el verbo fernandiar.

Les agradezco su atención a la presente y les reitero mis buenos deseos.


Atentamente,


Fernando Bedoya Londoño.
Docente Inst. Educ. San Francisco de Asís.

La prueba

El siguiente texto es una adaptación de un chiste que me contó mi compadre César Iván Bermeo Pérez.

La nieve cubría el amplio corredor de la casa del honorable Magistrado ubicada en el barrio Constitución y éste, calzado con unos zapatos con crampones como forma de prevención por lo resbaladizo del suelo, salía cuando llegó uno de sus colegas.
Venía molesto por algo que le había pasado. Uno de sus clientes, a quien no había dejado satisfecho por haber perdido el caso relacionado con la abolladura de su auto y el daño de la pintura, lo había ofendido pues estando con unos amigos en el bar le preguntó: ¿sabe Usted cómo se conoce la clase de abogado que uno contrata? No ¿Cómo? Y el ex cliente le dijo: se le tira un gato y si el gato sale corriendo el abogado es un perro, pero si sucede lo contrario el abogado es una rata.
El Magistrado, entre risas le dijo: yo de usted lo tomaría como un buen chiste.

Autor: Fernando Bedoya Londoño

Diciembre de 2008

El último partido


¡Cójanlo, atájenlo por la cuneta! No lo dejen pasar, que nos hace el gol-gritaba el capitán de uno de los equipos que se enfrentaban en el último partido del campeonato escolar, organizado por el más gomoso de los maestros por el fútbol, el Profe Julio.


Eran las ocho y media de la mañana y se jugaba el clásico del día: los estudiantes de cuarto contra los de quinto, pero este partido tenía un ingrediente que lo hacía más importante ya que, quien ganara, no solamente obtendría el título escolar, sino que tendría el patrocinio de la empresa del pueblo para participar en el Primer Campeonato Municipal de la Categoría Infantil, organizado por la joven Liga de Football,-como se escribía en la época-; el encuentro se jugaba en la cancha de la escuela, un espacio o más bien una muela entre los salones de tercero, las bodegas de la iglesia,- donde apilaban los sacos de harina de trigo, leche, avena y soya que regalaban los gringos para la población desnutrida-, la pared de la calle y la cancha de baloncesto.


Tal espacio tenía unos 20 metros de ancho por 30 de largo y era el único que se podía utilizar para jugar al fútbol, ya que la comunidad era muy aficionada al básquet.


Terminado el único tiempo y después de muchos agarrones, madrazos y amonestaciones del arbitro,- el estudiante más grande de la escuela que era de tercero-, resultó ganador el equipo de cuarto, por ser sus integrantes más duchos en el manejo del balón y sobre todo, en la conducción de éste por la resbaladiza cuneta donde echaban las sobras de leche con soya que le daban a los estudiantes y en la que se tenían que hacer muchas piruetas para no caer.


¡Muchachos! ¡Muchachos! llamó el orgulloso capitán del equipo ganador a sus compañeros. Tenemos reunión con el patrocinador a las 7 de la noche-les dijo- ¿Y a los que no nos den permiso para ir?-preguntó alguien- y el capitán respondió- Los remplazamos con los mejores de 5º, de modo que hagan todo lo posible, digan mentiras o invéntense tareas para que puedan salir y les recuerdo: muy puntualitos a las siete en la casa del patrocinador.

No faltó nadie, por supuesto. Y esa noche los estudiantes del equipo de cuarto salieron a hacer las tareas que nunca hacían, los mandados por los que les pagaban a sus hermanos pequeños para que se los hicieran y las visitas a las tías o primos a quienes no habían visitado jamás porque no les caían bien.


La señora del patrocinador los hizo entrar a la sala y en ella éste, acompañado por el capitán, llamó a lista y los saludó -Como ustedes saben, yo les doy los guayos, la pantaloneta, el suspensorio, las medias y la camiseta, del entrenamiento se encargará Rafa y lo deben hacer durante las horas de clase, para que cuando nos toque jugar lleguen un poco antes y trabajemos las estrategias del juego mientras empieza el partido, pues es el único tiempo del que puedo disponer y como ustedes estudian todo el día no hay otra solución. Recuerden que es costoso el mantenimiento del equipo y el objetivo es ganar el campeonato-les dijo y después de darles un poco de gaseosa con pan los despidió.


Salieron muy contentos porque todos habían asistido y por lo de los uniformes, pero no les gustó lo de entrenar únicamente en los recreos. Y hay otra cosa que no hemos tenido en cuente-dijo Medardo, uno de los delanteros del equipo- ¿qué?-preguntó Lucho, un defensa- pues que nosotros estamos acostumbrados a jugar en la escuela y cuando nos toque en la cancha grande, donde no podemos entrenar porque siempre la tienen ocupada los grandes, ¿qué vamos a hacer? Además allá no hay cuneta, que es algo que nos ha favorecido mucho.


En el parquecito, antes de irse cada uno para su casa, charlaron un rato al respecto pero no hallaron cómo resolver el problema. Luego se despidieron.
Durante la primera semana de entrenamientos formales, en los que jugaron y les ganaron a todos los equipos de la escuela, seguían sin solucionar los problemas de los que habían hablado la noche de la reunión sin encontrarles solución. Afortunadamente tenían siete semanas para solucionarlos. El campeonato comenzaba casi dos meses más tarde. Algo se les ocurriría y ocurrió. El sábado en la hora de recreo,-pues estudiaban de 8 a 11 de la mañana-, los llamó Gustavo, el arquero y el más pilo de todos y en un rincón del patio les dijo cómo había encontrado y cual era la solución. Todos quedaron satisfechos y gritaron de alegría, pues empezarían a entrenar en la cancha grande en la semana siguiente y los días lunes, miércoles y viernes.

Llegó el lunes y en la hora de Religión,-que les dictaba el Hermano Pablo-, empezaron a tirarles pequeñas piedras por la ventana, lo que alarmó al profesor y a los estudiantes que, en una acción muy bien coordinada salieron a perseguir a quien interrumpía la clase, dejando solo al maestro.


La persecución duró desde las 10:00 hasta las 11:30 a.m. y por más que corrieron no pudieron alcanzar al tira piedras; fueron hasta una vereda cercana al pueblo y en ella se les escabulló, según le contaron al Hermano en medio de jadeos por lo alterada de la respiración y el cansancio.
El suceso se repitió todos los lunes, miércoles y viernes de las siete semanas siguientes con similares resultados.


El campeonato empezó tal como se había previsto,-con desfile de los equipos participantes, congresillo técnico y sorteo de fechas-, y en su desarrollo se dieron muchas discusiones por los fallos de los árbitros y las agresiones continuas de los jugadores contra éstos por tales fallas, lo que obligó a los organizadores a contratar para la final,-entre el equipo de cuarto y el de quinto de la otra escuela, con la que siempre habían rivalizado y terminado en peloteras-, a un árbitro de un pueblo cercano muy reconocido por su autoridad y buen manejo de las acciones.


El día llegó y empezaron las acciones que se fueron caldeando por los continuos roces entre los jugadores de los dos equipos. En una de éstas varios jugadores se abalanzaron contra el árbitro y él, ni corto ni perezoso sacó una pequeña pistola,-que respaldaba su autoridad-, disparó al aire, y como por arte de magia desaparecieron los jugadores de los dos equipos, entre los matorrales adyacentes a la cancha y no fue posible, ni por los ruegos del juez ni de los organizadores, que aquellos salieran de sus escondites y terminaran el partido que estaba empatado. Por la tardecita, cada uno de ellos llegó a su casa decepcionado y nunca más se volvió a hablar del suceso ni se organizaron más campeonatos.



Fernando Bedoya Londoño, abril de 2.006


sábado, 7 de febrero de 2009

A MIS QUERIDOS POETAS



DARIO

I

¿Recuerdas, tú lector, a Margarita,
a Onfalia, a Diana, a Cipria o a Dalila,
o a la musa Delicia o Hipsipila,
o a la amorosa Venus Afrodita?

¿ O quizá a las Minervas y a los Martes
ir triunfantes al son de los clarines,
secundados por rudos paladines
portando jubilosos estandartes?

¿Y no has oído hablar de los amores
del tigre de bengala y la tigresa
acechados por fieros cazadores,

Que muy seguros y con cruel rudeza,
amparados por árboles y flores,
mataron en aquellos la terneza?

II

¿ Te contaron tal vez que hada Harmonía
con la divina Eulalia y Filomela
en rítmica y sonora cantinela,
daban a dos amantes agonía?

¿ Que llegaron tesoros del oriente,
de las Romas, las Grecias y las Francias,
como gemas, metales y fragancias,
a bellos lares en el occidente,

A lomo de camellos, dromedarios,
En árabes caballos o elefantes,
Tortugas o dragones legendarios,

O en las manos de olímpicas Bacantes
Que encienden los sagrados incensarios,
Forrados de marfiles y diamantes?



III

Pues esto lo cantó la sinfonía
del vate nica de ciudad Darío
y fue para los orbes vocerío,
que llegó desde ignota lejanía.

En fina mezcla de simbologías
y versos olvidados de las artes,
de todos los confines y las cortes,
de odas, epitalamios y elegías,

Los ritmos del minué y la pavana,
Otoño, primavera, estío, invierno,
En una rara hiperestesia humana.

Érato le ciñó laurel eterno
Fue adalid de la Lira americana
y muy cosmopolita y muy MODERNO.



ARTURO

I

Fue feliz en el sur y en sus montañas
paraísos selváticos de verde,
creyó que nunca la niñez se pierde,
aunque vague por sendas muy extrañas.

Siempre añoró de lejos su morada;
Tierras del sur y ríos amansados,
Las arboledas verdes, los sembrados,
¡Llama, llamita, luz, noche estrellada!

Amó a los suyos, los nombró en su verso,
su noche protectora, amante seno,
pintó de mil colores su universo,

Y a sus mujeres de color moreno;
volvió a sus lares sin ningún esfuerzo,
¡Pues, en el sur, vivir era muy bueno!




II

Fantasmas de la noche protectora
y duendes juguetones de sus lares,
balsámicas maderas y solares,
cielo, estrella y lunita soñadora.

Un país soñador con verdes hojas,
vientos que ramas y poemas mecen,
fustigadoras moscas que adormecen,
del sol en el cenit las frutas rojas.

Amores de nodrizas y doncellas
y galopar de núbiles corceles,
rutilar, sonreír de las estrellas.

Canciones de aromáticos vergeles
senderos que dejaron ondas huellas,
nostálgicas fragancias como mieles.




NEFTALÍ

I

Palabras rumorosas como mares,
cantos de amor, de muerte y esperanza,
minas de zinc, nieves en lontananza,
arroyos, ventisqueros y pinares.

Poemas que fustigan a tiranos,
historias de su América nativa,
fornidos labradores, frente altiva,
dibujando el futuro con sus manos.

Paraísos de piedras y animales,
hombres de barro, poetas de vitral,
abogados y jueces pro imperiales,

O cosacos en soberbio pedestal,
que proponen sus obras comunales,
como muestras de política social.

CÉSAR

I

Poeta, cantador, corazón nuestro,
que amó de su tierra los paisajes,
de la noche el insonoro helaje,
y el ritmo del arado sobre el huerto.

En las cosas fundó su sentimiento;
un cigarrillo que se lleva su alma,
nube azulina que rompe la calma
y asciende despaciosa al firmamento.

Yaraví de la quena milenaria
amó su son y al Inca poderoso,
hoy un menor señor, un débil paria.

Amor, dolor, oprobio, pena y gozo,
dieron en él y en su alma solitaria,
que se murió en París un día lloroso.




GUILLÉN

I

Baila al son Nicolás de su atabal
bajo el rayo de la nocturna luna,
en un corro cercano a la laguna
que refleja la danza en su cristal.

Y las nuevas y ardientes negras bellas
van al ruedo y remecen sus caderas
y en sus brillantes ojos cual esferas
capturan el fulgor de las estrellas.

Canto negro a Ochún y Yemayá,
danza negra que en la noche retumba,
voz del negro que tumba y no se va.

Y en el cañaduzal la zafra zumba
en las manos del negro que aquí está
y ha metido a la América en su rumba.

HUIDOBRO

I

Salta Altazor del cielo hacia el abismo
sin querer oponerle resistencia,
dándole a sus estrofas la cadencia
que les presta su rítmico eufonismo.

Escinde las palabras, las combina
y las lanza en bandadas a los cielos,
mitades de sonoros violonchelos,
las otras voladoras golondrinas.

Se hermanan el monte y la distancias,
las brisas, las alondras y la noche,
los pájaros, la lira y la cadencia.

Florece en el poema como un broche,
obra del hacedor por su conciencia,
una nube de insectos en la noche.


DENUESTOS A OTROS

I

Voy a lanzar mis dardos con certeza
hacia el blanco que débil se diluye,
pues se piensa que sólo se construye,
un buen verso si se habla con rareza.

El ritmo se perdió entre la estridencia
a quien dio autoridad el libre verso,
nuevo rey del poético universo,
do lo formal ya no tiene presencia.

Con él marchó la rima pudorosa
dando poder con ello al facilismo
y haciendo muy poética la prosa.

Y orgulloso del fácil preciosismo
partió a velocidad vertiginosa
inevitablemente hacia el abismo.


II



Se habló del hermetismo de Quevedo,
del enredo en su grave poesía,
de los piedracielistas se decía,
que mataban el mundo con su credo.

“Matad al cisne; retorcedle el cuello”,
dijo un osado con voz imponente,
entierren las alhajas del oriente
y borren los desiertos y el camello.

Que no alumbre la pálida Selene
el claroscuro de la noche yerta
y que a la larga sombra la cercene.

Que no busque el poeta la otra puerta
y el infinito abismo que contiene,
después de haber llorado por la muerta.



III



Y no se hable jamás de la cultura,
que en versos muy medidos se plantea
como la gongorina Galatea
o Hipsipilas o flores de natura.

Los términos barbudos se proscriban,
cisnes de azur, bufones escarlata,
palacios de cristal, ruecas de plata
y aromas que en el aire se perciban.

Los clarines que cantan la victoria
no atronarán ya más el firmamento,
tampoco ha de buscarse “vana gloria”.

No se debe pensar con sentimiento,
Las lágrimas trocad en loca euforia
a tierra echad la torre del lamento.



IV


En una rara mezcla de medidas,
de fonemas, palabras y oraciones
se narran a pedazos las acciones,
sólo por los amigos conocidas.

De universalidad ya nada queda
se volvió al desueto anacronismo,
que llamaron ayer “provincialismo”
y hoy no es más que noticia de vereda.

Aquel mensaje que nos proponía
y cobijaba el mundo y los cofines
se trocó en banal vocinglería,

Que propalan tonsados paladines
desde acomodaticias canonjías,
en las columnas de los magazines.


V


Hace su aparición el inconsciente
y a la alada Victoria descabeza,
canta al motor que pasa, pisa y pesa
y humeando se aleja raudamente.

Del frac ya no quedó sino el sombrero
que servirá a Dadá como ruleta,
en donde se prepara la receta
como bueno y experto cocinero.

Motivados por la vana pendencia,
que provoca unos hechos tan funestos,
vierten en los poemas la demencia.

Y siguen manifiestos y denuestos
contra la sociedad en decadencia,
que para denostar estamos prestos.

Fernando Bedoya Londoño
agosto de 2.000

domingo, 1 de febrero de 2009

Él volvió



Lo vi en tus ojos amielados por instantes y en ese caminar tan gracioso que tienes últimamente. Vas como dando salticos pero sin doblar las corvas, como si anduvieras en cuatro patas; mirando hacia arriba como buscando las estrellas o algún pájaro tonto que se quede dormido. Por eso creo que él volvió a tu casa, a nuestra casa, después de haber partido.

Recuerdo cuando lo trajiste y durmió la primera noche entre nosotros. Le armaste una cama muy mullida. Como para él, dijiste mientras lo acostabas y le dabas el biberón al que no estaba acostumbrado, pero que aprendió a chupar, al igual que al muñeco con forma de perro al que le succionaba los pelos de la barriga de peluche y se quedaba dormido. Más grandecito ya no te molestaba tanto por las noches y te preocupaste hasta pensar que estaba enfermo. No te podías imaginar que él era igualito a nuestras hijas; que lo mismo que ellas jodía porque sí o porque no. No olvido que por eso casi se va al traste nuestra relación de tantos años.

Otro detalle que me hace pensar que él volvió es esa recostadera tuya por las noches cuando nos acostamos, cosa que no hacías así te lo pidiera por lo que llegué a pensar que te fastidiaba el roce de mi piel, que no me querías, que cuando aceptabas mis caricias y mi cuerpo pegado al tuyo lo hacías como una obligación, como esposa abnegada que cumplía con su deber. Fueron muchas las discusiones que tuvimos por eso. Ahora me siento feliz por los dos, mejor dicho por los tres: yo, tú y él, para decirlo de acuerdo con las tres personas del singular, no por mal educado.

Algunas veces me parece verlo agachado en la esquina mirando como hacia el infinito, concentrado de tal manera que no oía cuando lo llamabas para darle la comida y sólo cambiaba de posición cuando alguna mosca pasaba frente a sus ojos y lo distraía de su objetivo visual. Así estás tú también y esa es otra razón para creer que él está aquí.

También ha cambiado tu forma de respirar. Antes roncabas pero ahora ese ronquido es como el ruido de un motorcito, rápido pero suave, como se ha puesto tu piel.

Cuando te ponías a jugar con él y le decías “mi bebé” me daba mucha rabia pues pensaba que lo habías cambiado por mí, pues era a mí a quien siempre habías tratado de esa manera. Con el tiempo adopté esa forma de trato y parecía un marica levantándolo, haciéndole cosquillas y diciéndole ¿como está mi bebé?, “tan lindo mi bebé”. Claro que para ser sinceros le fui cogiendo cariño y cuando se fue me hizo falta. Y lo más tenaz es que al entrar al baño lo recordaba y se me salían las lágrimas.

Aquella vez que me dijiste que por qué tenía los ojos rojos y te contesté que me había caído jabón, era mentira, había estado llorando sentado en el baño, recordando que al verme venir se escondía detrás de la cortina y saltaba sobre mi cuando pasaba a su lado. La primera vez me pego un susto el hijueputa pero luego me acostumbre.

A lo único que no pude acostumbrarme fue a su intromisión entre los dos cuando hacíamos nuestras cositas. A veces pienso que tú lo llamabas, le hacías señas para que se deslizara por debajo de la cobija y se metiera entre los dos. Esto no he podido olvidarlo, pues fueron muchas veces las que me hizo enfriar, no pude terminar y de repeso tu me decías que si ya no te quería, o que en quién putas estaba pensando, por qué me desanimaba o que si era que tenía otra que me hacía más rico y ahí paraba todo, nos dábamos la espalda y a dormir. Claro que él, después de que empezábamos a alegar salía disparado y se acostaba tranquilito.

Sin embargo y pese a todo lo que te he contado me alegra que haya vuelto. La niña pequeña me dijo que lo había visto salir de la pieza; la más grandecita que lo sintió cuando se subió a la mesa y la otra soñó que se le recostaba. Y créeme estoy contento por su vuelta y sobretodo porque cambiaste de parecer. Recuerdo que el día que te fuiste a la tienda lo vi salir y cuando tocaste para que te abriera el portón lo encontré tirado, agonizando. No te quería abrir porque no sabía qué decirte. Cuando lo viste en el suelo, después de muchas lágrimas y madrazos al gordo, a quien culpas de su muerte, dijiste muy brava y llorando: ¡no vuelvo a tener animales, son muy delicados y eso de las nueve vidas es pura mierda!.

Autor: Fernando Bedoya Londoño
Septiembre de 2008
domingo 18 de enero de 2009

LA OTRA TRETA


Al llegar a la recta se observaron. Los separaban dos cuadras de distancia y caminaron lentamente como para ganar tiempo y pensar en algo. Se dirigían a sus casas y, por lo avanzado de la noche, no podían devolverse; seguramente el sitio de donde procedían ya estaría cerrado. Los latidos de sus corazones, al igual que sus pisadas, resonaban en el silencio de la calle de la que eran habitantes únicos.
Sus miradas se encontraron mientras sus cuerpos se aproximaban inexorablemente. La treta estaba pensada y actuaron simultáneamente: el uno introdujo sus manos bajo la falda dela camisa; el otro las escondió en la espalda. En ese momento los separaban unos cuantos metros de su encuentro definitivo. Ya en este lugar se saludaron con cierta frialdad y desconfianza, sin apretón de manos por razones obvias, y se fueron distanciando, mirándose mutuamente por encima del hombro, con la misma lentitud del acercamiento.
Cuando alcanzaron el final de la recta sacaron sus manos y respiraron con tranquilidad.

Fernando Bedoya Londoño.

Nota del autor: el cuento anterior fue publicado en el libro de cuentos "Cuadernos de RENATA" Antología 2006-2007 del Ministerio de Cultura como resultado de los Talleres de la Red Nacional de Talleres de escritura creativa RENATA, junto con los de otros 19 nuevos escritores colombianos.Publicado por Fernando Bedoya Londoño en 11:05

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sábado 17 de enero de 2009

FRENTE AL ESPEJO


LA LUNA


Oyendo la canción del viento en la ciudad,
con su lomo cenizo por el humo,
miro mi frágil cuerpo en el espejo roto,
que me deparará según lo dicen las sibilas,
unos dos mil quinientos días de infortunio.


Su luna rota, en mi desesperación,
captura la ventana detrás de mi presencia y allá,
a lo lejos, al fondo del diáfano cristal, en el azogue plata,
se ha quedado la otra que pasea solitaria en el cenit,
con sus cuernos agudos y brillantes,
que le dejó el beso enamorado de la sombra.


REFLEJOS


Poso mis ojos amorosos en la límpida luna
y los de allá me miran angustiados reflejando,
tu cuerpo de mujer que se ha metido en ellos y al que miro asombrado
sin poder definir,
si estás metida en mí o yo dentro de ti,
o quién es el que mira de los dos,
la luna quieta del espejo silencioso.


IMAGEN


Mis manos con el molde de tus senos se transforman en cuencos de
ternura
y se reflejan en él como una hoja de bordes desgarrados que
modelan,
en el cristal encantado tu figura.


BRUMAS


El beso de mi boca con su hálito lo empaña
y esconde entre sus brumas la silueta,
borrando en un instante los contornos,
de las cumbres, los valles y oquedades de tu cuerpo,
esculpidas con cincel en mi memoria.


OLVIDO


Y así empezaron mis días de infortunio
con no poderte recordar ni verte reflejada,
en el claro cristal de mis recuerdos.

Ya se acabó el amor por ti y por mí;
ya somos dos extraños que se miran, en otros ojos, otras lunas no
quebradas,
que reflejan otros cuerpos, otras manos, otros besos,
después de haber botado a la corriente,
los maléficos trozos del espejo.

Fernando Bedoya Londoño.


Publicado por Fernando Bedoya Londoño en 15:12

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sábado 10 de enero de 2009

ATI FLORENCIA CENTENARIA


Dentro de mis gustos está el de leer y escribir poesía. De ella escribo poesía tradicional y también en verso libre. Para la conmemoración de los 100 años de Florencia escribí los siguientes sonetos en verso endecasílabos con los que hago un homenaje a la ciudad que me dio asilo en mi niñez:


A TI FLORENCIA CENTENARIA


I


Mi joven centenaria, en esta fecha
de diciembre feliz, te felicito
sin que sea mi canto triste endecha
sino canoro y entusiasta grito.

¿Y qué pienso de ti en estos instantes
de gran felicidad y regocijo,
en que oradores, vates y danzantes
agradecen felices tu cobijo?

Mi canto loará tus cualidades
de amiga y madre tierna y amorosa
de grandes atributos y bondades.

De madre por ser fiel y candorosa
y de amiga por tus fidelidades
cualidades que adornan a una diosa.



II



Y como lo pensé ahora lo digo,
con la sinceridad de mi poesía,
a tu seno llegué cual un mendigo
y me llenaste de gozo y alegría.

Y alegre estoy, lo dice mi poema,
y nunca, nunca, pensaré dejarte
pues diste solución a mi problema
y una traición sería el olvidarte.

¿Cómo olvidarte a ti, bella Florencia,
si tú me diste todo lo que tengo
y estás metida en mí y en mi existencia?

En ti he constituido el abolengo
de aquellas que son mi descendencia
pues no es éste de aquella donde vengo.


III


El canto que te ofrezco es de un extraño
que de otra latitud llegó sediento,
huyendo de problemas, del engaño
y aquí encontró el amor sin aspaviento.

Te considero mi primera patria
no como piensan todos los que llegan:
que llegaron a ti por coincidencia
y no por los amores que les legan.

Y el pensar así a quién no inquieta
cuando esto contagia hasta a tus hijos
que en procura se van, de otra floresta.

Y el edén que hallarán como cobijo,
será un muladar y no habrá fiesta
y no hallarán jamás el regocijo.


IV


Por tus calles, alegres, he pasado,
he recorrido toda tu estructura
y alegre me he sentido y he gozado,
del aire que me brinda tu frescura.

Y qué no decir de aquellas gentes,
alborozadas, lindas, laboriosas,
acomedidas, dignas, exigentes,
que son todo un amor, muy contagiosas.

Que piensan en el otro, en el mañana
que se hace mejor entre nosotros,
por la cooperación, crítica, humana.

Nunca pensando en que lo que hacen otros
nos redimirá anhelada gana,
de ser yo, de ser tu, de ser nosotros.


V


Callecitas del todo protectoras,
en la noche, en la tarde, en la mañana,
como madres, amigas, consultoras,
que formaron en mí la edad temprana.

Ellas son para mí la diligencia
que con amor, dolor, filantropía,
me dieron la máxima experiencia,
constituyendo así lo que es mi hombría.

Una existencia que de amor se ufana
porque así lo ha querido la querencia,
que se le tiene a la tierra galana.

Que nos recibe con magnificencia,
descontando querer, tendencia vana,
pues con nos se elabora su existencia.


VI


El rumor de las hojas de las plantas
que te adornan a ti cual cabellera
de coloridos verdes, esperanzas,
te arrullan en la noche placentera.

A él se suman las aguas saltarinas
de los ríos, arroyos y quebradas,
que en un coro de voces cantarinas
hacen de tus mañanas alboradas.

Que a tus hijos felices los despiertan
para que inicien prestos sus labores
y en un edén nuestra ciudad conviertan.

Como aquellos que en pasados albores,
según ahora los poetas cantan,
de ti hicieron, Florencia, sus amores.


VII


Tu carita graciosa delinean,
hermosos parques de fértil floresta,
callecitas alegres contornean,
esa tu faz de muchacha modesta.

Y tu cuerpo esparcido por los valles,
del Hacha, La Perdiz y La Sardina,
unos formando tu elegante talle
y otros grabando tu cintura fina.

Y los barrios en ti distribuidos,
que ya son unos cien, como tus años,
con amplias casas, de verde vestidos.

Unos muy nuevos otros ya de antaño
y con sus habitantes decididos,
preparan muy felices tu cumpleaños.


VIII


Diciembre mes de alegre fantasía,
mes de esperanza, mes de compromiso,
recordaremos el lejano día
esplendoroso de tu bautizo.

Cuando a tu cuerpo de recién nacida,
en ceremonia humilde te nombraron,
gentes de itálica ciudad venidas
con floreciente nombre te llamaron.

Eres la musa de nuestros arpegios
bella ciudad de eterna lozanía,
de buenas gentes, de paisajes regios.

Jamás he de olvidarte, dueña mía,
eres de nuestros duelos los remedios
y eres la puerta de la AMAZONÍA.


Fernando Bedoya Londoño diciembre de 2.002
Publicado por fernando bedoya londoño en 15:36

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